domingo, 9 de agosto de 2009

Qué silenciosos están los vecinos

Será que no están? No, porque la rusa de en frente, la que acostumbra a abrir la ventana de par en par para dispararme música tecno de la mala, tenía la luz encendida ayer por la noche. Creo que la cosa tiene que ver con el calor y el aplatanamiento. El hormonamen se deprime en esas condiciones y el personal pierde las ganas de expresarse. O será la crisis, que nos apacigua y nos devuelve a la realidad. Parece como si la tierra se hubiera tragado al chavalito ése que toca el bajo eléctrico desafinado y con la ventana abierta.
En el patio no se oye ni un alma estos días. Es una delicia. Tan sólo el movimiento de los alambres de extender la ropa y la voz de alguna vecina. El ventilador, que me hace pensar casi continuamente en Wittgenstein, me suministra un pedal maravilloso sobre el que van desfilando silbadas todas las melodías de mi vida y por eso me descubro pensando en el misterio de las melodías de Sherezade, que siendo tan distintas se parecen tanto. Ante tanta dicha serena, uno se pregunta, como cuando hace rato que no se oye a los niños, si no estarán tramando algo. Son tan propensos a la incontinencia!

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