domingo, 30 de agosto de 2009

Música y gastronomía

Acojonante, el follón en los bares y cervecerías nocturnos de Vitoria. Seguramente por eso, a pesar del fresco y de que no acostumbra a haber servicio, se ve gente sentada en las terrazas. Digo yo que prefieren un poco de fresco al impacto directo en el tímpano de las moléculas que seguramente alcanzan el dominio de las altas energías tras ser excitadas por las membranas de los altavoces. Dicho sea de paso : los niños gipollas, justo como ése que llama la atención de sus papás con grititos histéricos en el restaurante donde ahora trato de comer, son así porque sus padres también lo son. Trataba también de llamar mi atención con una cadena de holas no menos histéricos e insoportables. Ni me he inmutado. A posta, claro! Espero que eso le llame la atención, a él y al memo de su papi, que parecía perplejo porque yo no devolvía el simpático hola a su incordiante retoño. 

Ayer tomé el café de sabor más raro de toda mi vida en un sitio cercano a la Plaza de Espańa, Café Moderno, por más señas, donde la gente berreaba igual que en los bares valencianos que visitamos con mís amigas del Laboratorio de luz, pero donde la música, en lugar de caracterizarse por aquellos graves infectos que te hacían llevar la mano a los huevos por miedo a que se te cayeran, era manifiestamente estridente y agresiva, esta vez, por el nivel desaforado en medios y agudos, como la música que me pusieron para esperar en una llamada que hice. Al principio pensé que era el iPhone dichoso. Ahora me pregunto si no tendrá la cosa que ver con los usos sonoros de la zona. Será que el rumor de fondo del Cantábrico ya va suficientemente cargado de graves.  

Hay que ver lo que chupan los cocineros de pro de los informalistas abstractos! Especialmente en los postres. Emplatar, le llaman al de cómo la vanguardia termina siendo engullida por la burguesía. Era Adorno quién abrió el tema? Tanto da, ahora, porque no sé si estoy escuchando bandas sonoras o un mejunje muzak ad hoc para restaurantes de lujo. Quién les asesorará? Un día Irene España me dijo que alguien que sabía del tema le había aconsejado poner música amorfa en el restaurante, a muy bajo nivel; que no se oyera. Y así lo hizo : compró un equipo de magnetofones y altavoces para todas las salas. Ahora estoy no-oyendo una especie de corrido. Infecto y desnaturalizado, por supuesto. Quién sería el interfecto? Lo diría convencido, desde luego. Todos los que tienen algún negocio terminan honradamente convencidos de que su producto es imprescindible para la humanidad, aunque esté más que probado que produzca cáncer, como el cigarrillo que acaba de encender ese pijo de mi izquierda. Por qué no me han advertido que esto es la sala de fumadores? De veras que estoy en el Arkupe? Se van a quedar sin propina. No tengo tiempo para discutir. Y el sonido fuerte y estridente, no produce cáncer? Será que sí, seguro.

Lo que parece claro es que la naturaleza humana evoluciona bien lentamente. Por más que la enmascares con lujo, qué mona se queda!

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