domingo, 12 de agosto de 2012

Cutradas olímpicas en la ceremonia de clausura

Hay que ver lo cutre que es la cantante esa con malla de color carne que anda por el escenario de la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos y que hace un momento llegaba montada en un deportivo blanco inmaculado. Por no mencionar los cinco taxis londinenses adornados con leds de los que han salido las no menos horteras Spice Girls que van y, rizando el rizo de lo tópico, se suben al techo de los taxis. Menudo atuendo el mono color carne (también) de una de ellas. Debe ser una manía.

Pero claro, no es lo único. Un poco antes, los no sé cuántos scooters que entraban en la discoteca más grande del mundo por los ocho pasillos de la bandera inglesa tapizados de prensa inglesa -indeed- iban montados por parejas heterosexuales. Ellos, delante y ellas, detrás. Claro. Y sin casi solución de continuidad, un desfile de modelos esqueléticas continuaban el canto a las diferencias de género. Sólo nos faltaba la parejita de comentaristas de la difusión española. Otra manía, ésa de no dejarnos escuchar los momentos en que el nivel baja. ¿Tan necesarios son esos comentarios? "Los indios descendientes de los conquistadores del Amazonas", ha llegado a decir, la chica. No sabía que ya hubiera sido conquistado. Por supuesto que ninguno de los dos ha recordado que la introducción de los juegos brasileños era una versión de la Bachiana Brasileña nº 5 de Hector Villalobos. Eso sí : al despedirse se citan para los Juegos de Río donde continuarán con su situación privilegiada, a pesar de su mediocridad.

Tras la aparición fantasmagórica de Freddie Mercury en pantallas de plasma a guisa de introducción al numerito de los Queen, que continuaba con el más tópico de los solos de guitarra que jamás haya escuchado y del que quizá sólo sea capaz el actual y trasnochadísimo Brian May, no puedo más : bajo el volumen del televisor. ¿Aún estamos así? Luego, al subir el nivel con la entrada del numerito brasileño y tras la vuelta a la realidad de los parlamentos de los capitostes máximos del Comité Olímpico, vestidos de magnates -lo que son-, el guión nos enfrenta a un cuarteto de cantantes con atavío militar, aún más trasnochados que todo lo anterior.

Una auténtica y tópica apología al inmovilismo trufada de guiños a un esplendor que, por más que insistan, se fue para siempre. En esto ha quedado la revolución de los setenta : en el agudo del cantante de los Who, que ya no alcanza a afinar la altura requerida ni a mantener la tensión necesaria. Todo muy acorde con lo que está pasando. ¡Cuánta razón tenía el bisabuelo Adorno!

Llamadme apocalíptico, si queréis, pero  prefiero serlo antes que mostrar integración con los signos evidentes del retroceso de estos tiempos, que, de tanta luz, podrían llegar a ser los más oscuros de la historia.

4 comentarios:

  1. no eres el único dolente de la grima, al menos

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  2. Fue un canto a su propia vulgaridad, a un pasado muy cuestionable (por lo que vimos) y de un ombliguismo exasperante en un acontecimiento olímpico.

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  3. No te leí, José Manuel

    Sí. Ombliguismo exasperante es el calificativo que merecen. Pero era de esperar. El mainstream británico se define exactamente por esa cualidad y, claro, los Juegos Olímpicos parecen diseñados para satisfacer a los mainstreams esos, sean lo que sean :-)

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