domingo, 8 de febrero de 2009

El Consell de la cultura i les arts y la música

Tras las extremadamente tibias consideraciones que algunas entidades musicales formularon acerca de la falta de representatividad de la música en la composición del Consell Nacional de la Cultura i de les Arts, que yo sepa, no ha habido respuesta oficial. Es lógico, dado el pusilánime mensaje que al respecto hizo circular la vicepresidencia de la Unió de Músics : no liarla, no fuera a pensarse que los músicos se posicionaban en contra de otros gremios. Tampoco he podido leer ni escuchar ninguna pregunta directa acerca de esta cuestión que haya sido planteada al flamante director de esa nueva institución, el Sr. Xavier Bru de Sala. La cultura catalana desprecia el sonido. Su inconsciente no considera la música ni cultura ni arte. Prefiere pensarla, cual baño de espuma, como masaje para los oídos. Con el beneplácito de los músicos, eso es aquí la música.

Desde luego que me parece un despropósito de grandes dimensiones, pero no mayor que tantos otros que planean a la merced de las corrientes de la política de la cultura en nuestra pobre y desgraciada patria. Es cierto : no hay nadie con solvencia musical en la lista de integrantes, que, según los media, incluye un filósofo, un arquitecto y diseñador, un escritor, un traductor, una galerista, un abogado, una actriz, una crítica de arte, una cineasta y un intelectual -vaya Ud. a saber, por cierto, qué significado tiene esa palabra en nuestros días. No discuto la excelencia de la labor de estas personas en sus distintos terrenos, pero ¿ha visto alguien a alguno de ellos en un concierto de música experimental? Tampoco hay científicos en ese Consell que también es de la Cultura. Por suerte, y a pesar de que se ha pretendido hasta la tetania que también hacen cultura, no hay deportistas ni entrenadores de fútbol ni cocineros. De estar estos últimos representados, ello hubiera resultado particularmente doloroso, porque, como es sabido, la última Dokumenta de Kassel proponía, como magna metedura de pata, permítaseme, la participación estelar española de un representante insigne de ese gremio. Dadas la fascinación por lo anglosajón que asola estas tierras, hasta resulta sorprendente que los responsables no pensaran en ello. ¿O sí pensaron? No se sabe demasiado como fue el proceso. La Plataforma de la Cultura para la formación del Consell Nacional de la Cultura y de les Arts no hizo grandes esfuerzos por informar a los actores culturales de a pie acerca de los criterios con los que se iba a sugerir nombres a las instancias políticas.

En una entrevista que he podido ver en Vila Web, dice el Sr. Bru de Sala que uno de los objetivos del Consell es que la cultura se independice de la política. Muy buen propósito, desde luego, pero ¿quién puede creer eso, si la medida proviene de la propia política y sin ninguna movilización civil verdaderamente amplia? Se ha dicho que la composición del Consell no debe atender a cuotas por sectores o disciplinas artísticas. Y entonces, ¿qué es lo que hace, si resulta que, como es ya habitual, una vez más, la música, la ciencia y otras disciplinas quedan al margen de toda consideración cultural seria? En los diez meses próximos, el Consell deberá emplearse a fondo en demostrar que el modelo anglosajón de vertebración del mundo de la cultura también funciona al calorcillo del Mediterráneo. De momento, con la nada fácil explicable ausencia de las voces musical y científica, parecería que el meme de los reinos de taifas continúa entre nosotros y ejerce su perniciosa influencia.

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