martes, 1 de mayo de 2018

El empleo del Catalán y algunos médicos perezosos

El empleo del Catalán y algunos médicos perezosos

Al hilo de un post ahora borrado por causas que desconozco y que, apoyándose en la trivialización de la palabra como herramienta terapéutica, cuestionaba la necesidad de competencia lingüística de los médicos de la Seguridad Social en la lengua propia de las comunidades autónomas que la tienen y ante un comentario de otro autor donde implícitamente se trivializaba la posición de debilidad de las personas afectadas por alguna enfermedad para plantear como falta de respeto al facultativo la supuesta exigencia de los pacientes de que hablara la lengua del lugar, me vi impulsado a escribir lo que ahora comparto con la inocente pretensión de que permanezca un tiempo más entre nosotros antes de que salte al éter definitivamente.
Eso de la falta de respeto de la gente hacia el médico no se sostiene. No se trata aquí de derechos de los médicos sobre su clientela. Es al revés. El único respeto que se le debe al médico es por ser persona y es, por cierto, el mismo derecho que se le debe al enfermo. Pretender que los médicos, por el hecho de serlo, tienen derechos sobre los pacientes es la aberración más grande que yo jamás haya podido escuchar al respecto de esa profesión. Entre otras cosas, porque los pacientes son muchos más y, quisiera también señalar que es la gente quien mantiene al médico y no al revés. Pero, conviene entender, primero de todo, lo que es la enfermedad. En general y en particular. Un resfriado o una gripe no son nada si no estás en un grupo de riesgo, como es el caso de la mayoría de nosotros. Un traumatismo leve o una heridita en un dedo que te hiciste cocinando tampoco son enfermedades graves -si no eres hemofílico o tienes una inmunopatia grave-, a pesar de que cuando te ocurren esas cosas vayas a urgencias o a la consulta del médico. Hay muchas otras situaciones en las que la gravedad de una enfermedad afecta enormemente a la estabilidad emocional de las personas, de manera que su situación personal adolece, en esos casos, de una debilidad importante. Una enfermedad que pone en peligro la vida de una persona o que directamente termina matándola es un serio discapacitante emocional. A alguien que por una causa de esas se halla en franco estado de fragilidad, ya sea adulto o anciano -con una demencia por ejemplo- o que padece una patología mental grave o no tan grave, pero sí emocionalmente discapacitante, o a un niño al que le duele la tripa y no sabe lo que le pasa, hay que ponerle las cosas lo más fácil posible. Ello, claro está, si quieres curarle o mitigar su dolor. Si no, claro está, no es necesario. Pero como es el médico quien más desea curar, su tarea empieza por hacerse cargo de la situación emocional en que su paciente se encuentra. Es, además, pues, quien, en esa relación, está en la posición relativa más estable. A una persona que por causa de la enfermedad se halla en una situación emocional frágil conviene hablarle y facilitarle su expresión en su lengua más habitual. Todo el mundo habla Castellano en Cataluña, claro. Pero cuando se encuentran mal, igual que cuando se sienten felices, cuando tienen una experiencia emocional fuerte, muchos son los que se expresan en Catalán, una de las lenguas cooficiales del país y que todos los funcionarios con plaza en esta comunidad están obligados, si no a dominar, a manejar. Especialmente, el personal sanitario, que debe ser, y mayoritariamente lo es, el primer interesado en la salud de las personas a las que atiende. 
Y tampoco estoy de acuerdo con eso de que las palabras no curen : las palabras curan. Claro que curan. Y matan. Por supuesto que matan. No son para nada inocuas y muchas veces tienen la capacidad de mitigar el dolor. En ocasiones, más que un medicamento; porque nada hay más subjetivo que el dolor. Lo que a unos duele hasta llorar a otros puede parecerles una pequeña molestia. Igual que la enfermedad, que empeora o mejora en función del estado de ánimo de quien la sufre, o que llega a surgir sin más razón que una cierta problemática emocional.
No es una cuestión de política. Es una cuestión de eficacia. Eso es lo que discuto : la lengua en que se atiende a un enfermo importa. Y por cierto, no vayas a Zurich de médico si no hablas el Zürichdeutsch, por más suizo que seas y vengas de Lugano, de Ginebra o del Cantón de los Grisones.

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