viernes, 3 de abril de 2015
El arte, el ruido, las señales, los objetos, las cosas...
Una cosa es el arte. Otra, el sonido. El ruido, otra, aún, y, en general, cualquier señal capaz de desvelar la experiencia artistica en quien es capaz de interpretarla como tal. Y, finalmente, la señal generada no es lo que la genera. Por supuesto que la transmisión eléctrica del sonido y su reconversión en sonido a miles de kilómetros no es el sonido original. Es una imagen suya que genera la ilusión de escuchar ese sonido lejano. Ello, claro, en el supuesto de que la toma de sonido no esté saturada como las hidrofónicas del tsunami que se llevó por delante medio Sudeste asiático y que los investigadores, sin ser demasiado conscientes de la inutilidad de ese registro, te muestran muy ufanos. Pero tampoco conviene confundir el sonido original con el meteorito o lo que sea que lo produjo. Es solo la traza sonora del meteorito horadando primero el aire para impactar luego levantando nubes de arena y piedras que, a su vuelta al suelo, generarán a su vez sus propios sonidos. De esto nos habla Schaeffer, posiblemente inspirado por Merleau Ponty aunque nos ponga a Husserl como referencia : el objeto sonoro, la relación de la mente con el sonido, su proyección sobre él, si se quiere, no es el sonido, la señal. Como tampoco son, objeto y sonido, ni el uno ni el otro, su fuente.
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