El
catálogo de sonidos indeseados que un instrumento musical cualquiera
puede producir es mucho mayor que el de los deseados, aquellos para los que, en principio, fue diseñado. ¿Cómo es que
la estructura de los instrumentos musicales se ha planteado tan
abierta a la posibilidad de error? ¿Es una necesidad musical o es un
epifenómeno consecuente a un rasgo más general de la música? Uno
se imagina así a los intérpretes viajando a lo largo de una
afiladísima cresta, tratando siempre de seguir el trazado de puntos
más elevados y de superar con inercia suficiente los lugares
críticos sobre los que una detención mínima podría conducir
directamente al valle del error definitivo. Vista así, no hay duda
de que se trata de una tarea que requiere un gran aporte de energía. ¿Debería ser considerada meritoria?
jueves, 6 de septiembre de 2012
Sonidos indeseados
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